Subir la montaña

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Mientras leía The Dharma Bums de Jack Kerouac me acordé de esa ocasión en que fuimos a subir una montaña con el maestro de I Ching. El sendero estaba junto al río. Caminamos todo el día, pero cuando faltaban 200 metros para llegar a la cima me dió taquicardia y no podía respirar bien (dos años después un paramédico me explicó que eso se llama «mal de montaña»). Me quedé ahí con otras tres personas y un guía. Después de unas horas, tuvimos que bajar solos, otro guía nos alcanzaría más abajo: el guía resulto una especie de retrazado adulto que no sabía el camino de regreso. Nos perdimos, anochecía, hacía frío… Escuchamos ruido de personas y gritamos. Alguien nos escuchó a lo lejos,  y nos encontraron.

Tantos años de niña scout no me sirvieron de mucho. No llevaba brújula, no sé leer las estrellas, no traía navaja ni linterna, no sé cómo encender una fogata. Sin duda fue una experiencia interesante subir la montaña, pero creo que si lo hiciera de nuevo, cargaría menos cosas y llevaría (además de una brújula, cerillos y una navaja) oxígeno enlatado.

Un comentario sobre “Subir la montaña

    pinkflickgirl escribió:
    febrero 23, 2009 en 9:03 pm

    yo estuve a dos minutos de ir con ustedes esa vez

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